Recuerdo que mi vida era muy diferente a como lo es ahora, pues sin duda, en aquella época estaba enamorado, muy enamorado…
En la escuela, en la escuela las cosas no iban bien, pues tenía un examen preordinario en puerta y además, me habían llevado a la dirección por indisciplina…
En el futbol, en ese sí que iba de lujo, pues el equipo Irapuato jugaba con mucha garra, sacaba resultados favorables y tenía eso que a los freseros nos gusta: un chingo de ganas de trascender…
Durante la semana, pasaba las mañanas en mi servicio social universitario hasta la una y después me iba de regreso a la escuela, me sentaba en la banca que está afuera del salón de octavo y dejaba pasar el tiempo, esperaba, esperaba a alguien…
Los fines de semana llegaba a Irapuato y hacía mi labor de hincha loco, pues generalmente tenía que ir al estadio a ver qué onda con la organización de la banda, la cual cabe recalcar que era un fenómeno como hacía mucho tiempo no lo era…
Regresando a Guanajuato, recuerdo que tenía un bonito Nokia N70 con el que me mensajeaba frecuentemente con la chava que me traía de un ala, incluso, no era raro decirnos "TK" (Tokelau jajaja)…
Volviendo a la Fresópolis, la Trinca seguía arrasando de local y también de visitante, por obvias razones, yo no podía faltar, de hecho, ya me había tocado conocer muchas nuevas plazas, como CCuliacan o CColima, pero jamás imaginé lo que vendría precisamente a mitad de Septiembre, pues el CClásico del Bajío se jugaba a mediados de Septiembre en cancha de los vecinos, era hora de refrendar la paternidad que desde muchas generaciones atrás teníamos sobre ellos y que mejor que con un viaje masivo, una copada, la invasión...
Continuará...
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