Ya estando en la fila, los freseros éramos revisados minuciosamente, de hecho, éramos toqueteados en partes que usted, apreciable lector, ni se imagina...
Entramos, entramos al estadio Irapuato... Si, éra el estadio de los freseros, pues media cabecera nos pertenecía... El grito de "IRAPUATO, IRAPUATO" callaba fácilmente el de los locales...
Yo estaba feliz de la vida, pues el viaje estaba resultando muchísimo mejor de lo que pude haber imaginado... Tan feliz estaba que me sorprendió el gol... Primero gol y éra de la Trinca... Dominamos todo el partido... Así cayó el segundo y el tercero... La afición pedía un cuarto... Y el cuarto llegó...
En medio del festejo, recibí un mensaje que preguntaba como estaba, cuanto íba el partido, recuerdo bien que espere hasta el silbatazo final para pedir un mensaje y contestar, contesté algo así como "GANAMOS... EL BAJÍO NOS PERTENECE"...
Mi vida, por aquel entonces parecía ser lo que cualquiera deseaba, pero no éra así, pues con el paso de los días, todo se fue dificultando hasta el punto de quedarme sin nada...
La historia se volvió triste, una historia que espero no se repita, pues lo que antes narré aquí, se quedó en otro mes, en otro año y también, en otra persona...
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